El amor de Dios es un tema central en toda la Biblia, pero pocos pasajes lo expresan con tanta profundidad como Efesios 3:14-21.
En estos versículos, el apostol Pablo ora para que los creyentes puedan comprender la grandeza del amor de Dios y cómo ese amor transforma sus vidas.
Por esta razón me arrodillo delante del Padre, de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra. Le pido que, por medio del Espíritu y con el poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo de su ser, para que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que, arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los creyentes, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo. En fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios.
Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros, ¡a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos! Amén.
Dios no es solo nuestro Creador, sino también nuestro Padre amoroso, quien nos cuida, nos fortalece y nunca nos abandona.
En este artículo, exploraremos la inmensidad de su amor y cómo podemos vivir en la certeza de que somos amados incondicionalmente.
Dios, nuestro Padre Celestial
Pablo comienza su oración diciendo:
“Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra” Efesios 3:14-15.
Aquí, Pablo reconoce a Dios como el origen de toda familia, tanto en la tierra como en el cielo.
Su paternidad no es solo simbólica, sino real y activa en nuestras vidas. Así como un padre terrenal guía y protege a sus hijos, Dios cuida de nosotros con un amor perfecto y eterno.
Como hijos de Dios somos parte de una familia no solo terrenal, sino espiritual. La familia es parte del diseño original perfecto de Dios y por esta razón, el mismo nos hace parte de una familia mostrando su amor incondicional como Padre.
Un hijo de Dios puede vivir confiado que, aunque haya adversidad, no esta solo y siempre tiene un Padre que nos ama y nos cuida
Un Amor que nos fortalece (Efesios 3:16-17)
Pablo ora para que los creyentes sean fortalecidos en su interior:
“Para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones”
Este amor no es superficial ni pasajero. Es un amor que transforma desde adentro y nos da identidad.
Nos recuerda que no somos huérfanos espirituales, sino hijos amados y adoptados por Dios.
“No recibisteis el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: Abba, Padre” Romanos 8:15.
Dios nos fortalece con su amor para enfrentar los desafíos de la vida sin miedo ni incertidumbre.
Un Amor que sobrepasa todo entendimiento (Efesios 3:18-19)
Pablo desea que los creyentes comprendan la inmensidad del amor de Dios:
“Para que seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento”
El amor de Dios es inmensurable y no depende de nuestras acciones o méritos.
Un ejemplo claro lo encontramos en la parábola del hijo pródigo (Lucas 15:11-32). A pesar de haber fallado, el hijo fue recibido con los brazos abiertos por su padre.
Dios hace lo mismo con nosotros: nos busca, nos perdona y nos restaura.
Si alguna vez has sentido que no eres digno del amor de Dios, recuerda que su amor es más grande que cualquier error o debilidad.
El mundo ha desvirtuado tanto el amor, reduciéndolo a un simple intercambio de emociones donde se espera recibir mas que lo que uno da.
Dios en cambio, nos demuestra que su amor es incondicional y es tan grande que no tiene comparación. En ese nivel de amor debemos confiar y es el amor que debemos dar a quienes amamos en este mundo también.
Un Amor que nunca falla (Efesios 3:20-21)
El amor de Dios no tiene límites y siempre supera nuestras expectativas:
“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea la gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén”
Dios no solo nos ama, sino que actúa a nuestro favor. Aunque a veces no entendamos sus planes, podemos confiar en que Él siempre obra para nuestro bien.
Si un padre en el mundo corrige a sus hijos por amor, como no lo hará nuestro Padre Eterno que quiere que permanezcamos a su lado.
Nuestro entendimiento limitado muchas veces no puede comprender los planes de nuestro Padre.
Por eso, cuando algo no sale como esperamos, cuando una oración no es contestada según nuestros deseos, confiemos que estamos bajo el cuidado de nuestro Padre amado quien sabe que es lo mejor para nosotros.
Nada puede separarnos de su amor, porque su amor nunca falla.
Viviendo en la Seguridad del Amor de Dios
Cuando comprendemos la grandeza del amor de Dios, debemos vivir en esa seguridad.
Vivir en la seguridad de Dios significa:
- Confiar en Dios en los momentos difíciles.
- No buscar amor en lugares incorrectos.
- Recordar que nuestra identidad está en Cristo.
- Ser reflejo del amor de Dios hacia los demás.
Muchos personajes bíblicos experimentaron el amor de Dios y fueron transformados: Pablo, María Magdalena, Zaqueo. Sus vidas cambiaron porque el amor de Dios los restauró y les dio un propósito.
Si tu vida no tiene sentido o le hace falta un propósito, entrégasela al Padre Celestial quien puede renovarte, transformarte y dale un nuevo sentido a tu vida.
El mundo enseña que el hombre es suficiente, que puede encontrar su plenitud en su conocimiento y en sus logros. Eso es una mentalidad muy egoísta.
En cambio, si reconocemos que hay alguien mas grande, que nos ama que nos cuida incondicionalmente, podemos encontrar sentido a nuestra vida.
La plenitud de nuestra vida no esta en nuestro estado de ánimo, no se encuentra ni con “coaches de vida”, ni con motivadores ni con psicólogos, se encuentra cuando rendimos nuestra vida a Dios y reconocemos que somos sus hijos y que El nos ama como nadie lo ha hecho nunca.
Reflexión
El amor de Dios es inquebrantable, ilimitado y eterno. No depende de lo que hacemos, sino de quién es Él.
Si alguna vez dudamos de nuestro valor o propósito, recordemos que somos hijos amados por un Padre que nunca nos dejará.
Cuando enfrentemos pruebas o sintamos que hemos fallado, volvamos a Efesios 3:14-21 y recordemos la profundidad de su amor.
No estamos solos. Su amor nos sostiene, nos transforma y nos da esperanza.
Recursos Adicionales:
Esta canción de adoración habla sobre este tema y pueder ser un buen recurso para tener un tiempo de adoracion y reflexionar sobre nuestro Padre.
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